A/buela pluma


Mercadona

Si el siglo XIX fue el Siglo de Oro de Béjar, lo fue porque cada vez que la Modernidad llamaba a las puertas de España entraba directamente a la ciudad textil y era acogida con los brazos abiertos. En la segunda mitad del siglo, la desde entonces ciudad estaba en la vanguardia de muchas de las cosas que se introducían en la realidad social. Fue ejemplo nacional en escolaridad y educación, en sanidad, en beneficencia, aquí tuvo una de sus cunas el sindicalismo, el socialismo, incluso el espiritualismo filosófico de Martín Mateos. Aquí se instaló una de las primeras Inspecciones de Trabajo que hubo en el país. Béjar fue la primera en disponer de una Cámara de Comercio e Industria en Castilla y León, en 1886; ese año sólo se constituyeron otras dos en la región, la de Salamanca y la de Valladolid. El cine llegó a Béjar antes que a Salamanca. Y qué decir de lo que Béjar aportó en 1868 para la llegada de la democracia por primera vez a nuestro país, ese gesto que tanto disgusta a la derecha bejarana y que celebra de perfil, desganada y por compromiso.

La Guerra Civil truncó ese espíritu pionero que acaudalaba Béjar. La Modernidad dejó de fijarse en la lucecita encendida de Béjar y con las décadas, a medida que se agotaba
el siglo, las novedades paraban en todas las estaciones habidas y por haber antes de recalar en Béjar. Tardó la de Dios es Cristo en llegar el primer instituto, la estación de autobuses, el UHF, los semáforos, la Policía Nacional, la depuradora del segundo río más contaminado de España (después del Llobregat), la jodía autovía… Da fe de lo estrecha que se iba  volviendo Béjar, según feliz acuñación de Cusac, que la primera rotonda no llegó hasta 2005 y hubo que ponerla en Palomares porque en Béjar no cabía.

Había ya otras cadenas de supermercados instaladas en la ciudad, pero ahora ha llegado Mercadona, que es otra cosa, el pequeño Cortes Inglés, o el gran Corte Inglés de la alimentación, la primera empresa del país en el ramo. Bienvenida sea y que traiga prosperidad y modernidad. Ha invertido dos millones y medio de euros en la instalación y ha creado una treintena de puestos de trabajo. Sin hacer ruido, sin alharacas, sin asomarse cada día a la prensa con declaraciones, sin llorar, sin pedir, sin abusar del Estado. Y con un excelente jefe de comunicación que sabe lo que tiene que vender a la opinión pública.

Solía yo decir que Béjar se estaba quedando en un punto perdido en el camino entre El Corte Inglés de Salamanca y el Carrefour de Plasencia, los templos más próximos de esta sociedad de consumo. Ahora tenemos un Mercadona. Es la Modernidad del pobre, pero Modernidad al cabo. Menos da una piedra.

                                                  
Jose Antonio Sánchez Paso 

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