Algo sucede en San Bartolomé de Béjar. Vecinos de la localidad denuncian la situación por la que atraviesan algunos vecinos

ÁNGEL DE LA CRUZ MOLINA y JUAN CARLOS BAJO ALBARRACÍN. Hace ahora diez años, mi pareja y yo, pasamos a visitar a una sobrina que tenía una casa en San Bartolomé de Béjar. Nos quedamos tan encantados con el pueblo y su gente que, a la semana, nos compramos una casa a la que desde entonces pasamos todos los fines de semana que podemos, así como, parte de nuestras vacaciones de verano. Desde entonces y, gracias a la magnífica acogida de los vecinos, que quiero reconocer públicamente, nos hemos sentido totalmente integrados, en lo que, aun siendo de Madrid denominamos nuestro pueblo.

calle de San Bartolome de Béjar

Desde las últimas elecciones, la nueva corporación municipal ha realizado un gran número de actividades que están mejorando el pueblo, se han puesto bancos, arreglado veredas, se ha subvencionado la peluquería para que los ancianos puedan ir, etc. todo nos parece maravilloso y en bien del pueblo, sobre todo porque incide directamente en los que viven todos los días del año.

Sin embargo, al igual que ha mejorado el pueblo, también hemos comenzado a observar cosas extrañas, al menos a nuestro entender. Por ejemplo, ¿No les parecería raro que en un pueblo de menos de 50 habitantes se modifique las tasas del agua 5 veces en un año y medio? ¿Qué el precio de las tasas del agua, en algo más de un año, haya pasado por 0,5, 0,20, 0,40 y 0,25 euros/metro3 ?.

En ciertos actos públicos organizados por miembros de la corporación, como el concurso de disfraces para niños celebrado durante el transcurso de las fiestas del pueblo, el Ayuntamiento denegó un premio consistente en una hucha de 50 cent de euro a varios de los niños participantes, alegando públicamente que su padres no habían pagado las tasas que les debían. Esto sumando a otros sucesos, como el protagonizado por un concejal gritando “nunca veréis la cuentas de este pueblo” fueron el detonante para ponernos en marcha seriamente a analizar cuál es la actual situación del pueblo, y fue entonces cuando, a través de una carta dirigida por la alcaldesa a los vecinos en la que contaba todo lo bueno que había hecho, indicanba que “se han más que duplicado los recursos del pueblo”, comprobamos que los ingresos del año 2011 fueron del orden de los 99.000 euros.

Si se hubieran duplicado estos ingresos como asegura la alcaldesa, el presupuesto ascendería hasta los 180.000 euros. Entonces… ¿Por qué el presupuesto oficial declarado por el Ayuntamiento era de tan sólo 70.000 euros?, ¿por qué existe una diferencia de 110.000 euros entre lo que se nos indica como vecinos y lo que se declara oficialmente? Definitivamente, aquí algo no cuadra.

A raíz de esto, solicitamos por escrito información al Ayuntamiento sobre determinadas partidas contables, solicitud que hicimos hace cinco meses. La única respuesta que tenemos por parte del ayuntamiento es: que recibida nuestra solicitud de información, prepararla pondría en peligro la buena marcha de la corporación y que, ya nos lo entregará cuando sea posible.  Alguien puede comprender qué contestar a ¿Por cuánto se ha alquilado la casa rural y si se está emitiendo factura por ello? o que se nos diga ¿Cuánto se ha facturado por alquilar la barra del bar?, ¿Puede poner en peligro a un Ayuntamiento?. Pues bien,  casualmente después de 10 años en el pueblo, a los pocos días de solicitar la información, nos arrancan el árbol que tenemos en la puerta de casa y nos lo dejan tirado delante de ella a modo de aviso de mafia siciliana.

Volvimos a reclamar la información y curiosamente también, varios días después, se queman los cubos de basura y, el Ayuntamiento nos hace llegar un documento afirmando saber que los causantes de este acto vandálico hemos sido nosotros aunque reconocen que no son capaces de refutar su acusación de ninguna manera. Esta acusación es totalmente falsa, más que nada porque cuando el Ayuntamiento asegura que se produjeron los hechos, nosotros siquiera nos encontrábamos en el pueblo.

Por otra parte, Ana Martín, la persona que tiene alquilado el bar al Ayuntamiento, que lleva reclamando las facturas de lo que le paga desde hace más de dos años, curiosamente desde que lo reclama con más fuerza y por escrito al Ayuntamiento, ve como se le hace un boicot por determinadas personas para que nadie la entre en el bar, se acosa a su hijo por la calle diciéndole que su madre es mala y otras cosas que, por decoro, no me atrevo a repetir. Situación que está generando que una madre divorciada, que apenas puede vivir de los pocos ingresos que genera el bar se vea, por la falta de clientes, obligada a tener que acudir para comer a la caridad. ¿Alguien piensa que se puede poner en peligro la comida de una familia simplemente por pedir facturas?

Estamos en un momento en el que todos pedimos transparencia a las administraciones, estamos criticando corrupciones de muchos millones y todos estamos escandalizados, pero cuando las cuentas no están claras, cuando lo que no está claro representa un porcentaje sobre los presupuestos que pueden ser de más del 50%, ¿Se imaginan si porcentualmente en Madrid no se pudiera demostrar la contabilidad del 50% de su presupuesto, cuantos millones representaría? Es una obligación pedir transparencia aunque sea un euro, lo importante no es la cantidad sino que las administraciones públicas sean transparentes. No acabaremos con la falta de transparencia si nos pensamos que por ser pequeña la cantidad no es importante.

Está claro que algo pasa en San Bartolomé de Béjar, no puedo decir exactamente lo que está pasando ya que el Ayuntamiento no da información, pero parafraseando a Hamlet “Algo huele a podrido en Dinamarca”,

Por todo esto, este fin de semana vamos a ayudar a Ana Martin, la propietaria del bar, quedando todos el próximo domingo 2 de febrero a partir de las 12 del medio día en el bar de San Bartolomé de Béjar para tomarnos unas cañas solidarias con el fin de que, al menos este domingo, pueda hacer algo de caja que le ayude a pasar el invierno. Además, servirá para reivindicar que un español se toma el aperitivo y las cañas dónde él quiere y nadie tiene que decirle dónde se las debe tomar o no.